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EL ARTE DE TEJER MEMORIAS

De aprendiz junto a su madre a maestra artesana reconocida en Ruraq Maki, Erika transforma la arpillería tradicional en un arte contemporáneo que preserva la memoria y promueve la conservación del ecosistema de lomas y la emblemática flor de amancay

A los ocho años, Erika observaba fascinada cómo su madre, Olga Audante Flores, daba vida a historias a través de retazos de tela. La arpillería, ese arte ancestral de crear cuadros con trozos textiles, se convirtió en la banda sonora silenciosa de su infancia en Lurín. «La veía desde que me despertaba, con una dedicación única a cada pieza», recuerda con una sonrisa nostálgica.

La pandemia le arrebató a su madre, pero en medio del dolor, Erika encontró su camino de regreso a las telas. Lo que comenzó como una forma de mantener viva la memoria de «Olguita» -como cariñosamente llama a su madre- se transformó en un emprendimiento que hoy lleva el nombre de ambas: «Olguita y Erika».

El punto de inflexión llegó cuando Asociación UNACEM convocó a artesanos de Lurín para un desafío especial: usar el arte tradicional como herramienta para generar conciencia sobre la conservación del ecosistema de lomas. Bajo la guía de la diseñadora Claudia Echevarría, Erika no solo perfeccionó sus técnicas, sino que expandió sus horizontes creativos. «Aprendí a innovar, a crear piezas diferentes como collares y accesorios, manteniendo la esencia de la arpillería», comparte con entusiasmo.

De los doce artistas que UNACEM seleccionó en Lurín, Erika destacó por su capacidad de reinventar la tradición. Sus piezas ya no solo cuentan historias en cuadros: la flor de amancay, especie emblemática de las lomas en estado vulnerable, ahora viaja en pines, decora bolsos y marca páginas en separadores de libros, llevando un mensaje de preservación del ecosistema local.

Su talento la ha llevado a espacios que antes parecían lejanos. De las ferias locales de Lurín, hoy sus obras se exhiben en El Rastrillo y en Ruraq Maki del Ministerio de Cultura, donde es una de las dos únicas artesanas que representan a su distrito. Su colección inspirada en el cuento «Amancay, sol del corazón» no solo cautivó a UNACEM, sino que le abrió las puertas a nuevas oportunidades.

«Al principio no fue fácil», confiesa mientras recuerda sus primeras ferias en Pachacámac, donde el miedo a abordar a la gente y presentar sus creaciones era un desafío diario. Pero la perseverancia dio frutos. Hoy, además de comercializar sus creaciones, Erika dedica tiempo a enseñar a jóvenes de su comunidad. «Es como Arteterapia», explica, «un espacio donde las nuevas generaciones pueden conectar con nuestras tradiciones mientras encuentran su propia voz creativa».

«El éxito es el resultado de no rendirse», dice mientras sus manos juegan con retazos de tela. Hoy, Erika no solo preserva un arte tradicional, sino que construye un legado familiar. Sus primas se han sumado al emprendimiento, y su próximo sueño es crear una casa taller vivencial para transmitir este arte a las nuevas generaciones.

La promesa que le hizo a su madre de hacer brillar su nombre se está cumpliendo. En cada pieza que crea, en cada historia que teje, las manos de Olguita siguen guiando las de Erika, mientras Asociación UNACEM continúa siendo el puente que conecta este arte ancestral con el futuro.