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Manos que sanan, corazones que guían: el legado de los voluntarios profesionales de salud en Tarma

En las alturas de Tarma, en los poblados de La Unión Leticia y Condorcocha, donde la vida se entrelaza con esfuerzo y esperanza, dos jóvenes han dejado una huella profunda. Lucas, egresado de Terapia Física, y Kiara, estudiante de Psicología, han entregado su tiempo y conocimientos para transformar realidades. A través de sus manos y palabras, el voluntariado se ha convertido en un puente entre la solidaridad y la transformación.

Ambos formaron parte de un grupo de más de cincuenta voluntarios que, con energía y dedicación, brindan atención en salud y educación a cerca de 90 adultos mayores. Esta iniciativa, impulsada por la Asociación Unacem con el apoyo de UNACEM y la Universidad Católica Sedes Sapientiae-Tarma, es testigo del impacto que una causa colectiva puede generar cuando la voluntad de ayudar se convierte en acción.

El compromiso con los adultos mayores

Desde el primer día, Lucas supo que su lugar estaba junto a los adultos mayores. «Desde que era estudiante, me llamó la atención cómo la terapia podía mejorar la calidad de vida de los adultos mayores. Vi cómo, con el ejercicio adecuado, podían recuperar movilidad e independencia», recuerda. Con paciencia y dedicación, diseñó rutinas adaptadas a cada persona, ayudándolos a moverse sin miedo y reencontrarse con su propio cuerpo.

Pero su vocación tiene raíces más profundas. «Mi sobrina, cuando era niña, sufrió una lesión medular. En ese tiempo había muy pocos terapeutas. Ver su esfuerzo por mejorar me inspiró. Pensé que, si podía ayudarla a ella, también podría ayudar a otros».

La experiencia en La Unión Leticia y Condorcocha reafirmó su pasión. Un momento que lo marcó fue observar el progreso de muchos adultos mayores que, al principio, tenían dificultades para caminar. «Al principio los noté desanimados, pero poco a poco gané su confianza. En el proceso, no solo compartimos ejercicios, sino también historias, miedos, alegrías. Escuchar un ‘gracias a usted, ahora estoy bien’, no tiene precio. Esas palabras valen más que cualquier salario».

Lucas ha logrado ganarse un cariño especial entre los adultos mayores, quienes lo llaman «gordito» con afecto y lo esperan con entusiasmo para sus sesiones. «Me dicen: ‘gordito, hoy me toca contigo’, y aunque me hace gracia, también me hace reflexionar. No quiero que piensen que soy indispensable; hay muchos voluntarios capacitados. Cuando los escuchas, les das confianza, e inclusive te cuentan sus historias».

Sin embargo, no todo fue fácil. Lucas también enfrentó desafíos. “El reto más grande fue enseñarles a hacer sus rutinas y ayudarlos a seguir sus chequeos médicos. A veces, el trabajo no solo es físico, sino también educativo: enseñarles a cuidarse de cosas que ya les estaban afectando”.

Orientación vocacional para un futuro mejor

Mientras Lucas se dedicaba a la rehabilitación física, Kiara guiaba a los jóvenes en su búsqueda de un futuro. «Yo también tuve muchas dudas antes de decidirme por Psicología. Sé lo importante que es tener a alguien que te escuche y te ayude a entender tus temores», cuenta.

Las charlas y sesiones individuales que Kiara brindó fueron mucho más que simples encuentros informativos. «Muchos de los estudiantes contaban con el apoyo de sus padres y buenas condiciones económicas, pero también encontré a otros que carecían de estas oportunidades. Con ellos trabajé con más intensidad. A veces, lo único que necesitan es que alguien les diga: ‘sí puedes'».

Kiara no solo transformó la vida de los jóvenes a través de su orientación, sino que también vivió su propia transformación. «Este gran trabajo de voluntariado lo defino como una experiencia que ha cambiado mi vida. También me ha permitido ayudar a otras personas», menciona con una sonrisa de satisfacción.

El poder de la alianza y un mensaje de inspiración

Tanto Lucas como Kiara coinciden en que la colaboración entre la Asociación Unacem, UNACEM y la Universidad Católica Sedes Sapientiae-Tarma fue clave para hacer todo esto posible. «Sin este respaldo, no habría sido posible llegar a la comunidad y ofrecer una ayuda organizada y efectiva», afirma Lucas.

Kiara complementa: «Hay un compromiso real por parte de estas instituciones, y eso nos motiva a seguir aportando nuestro granito de arena. Es un esfuerzo conjunto que fortalece a la comunidad, y cada uno de nosotros aporta lo mejor de sí para generar un cambio».

Mirando hacia el futuro, ambos esperan que más personas se sumen a esta causa. «Hay muchas formas de ayudar, no solo con conocimientos profesionales, sino también con tiempo y empatía», reflexiona Lucas. Y, antes de despedirse, deja un mensaje que resume la esencia de su experiencia: «Dar un poco de ti puede cambiar muchas vidas, incluida la tuya. Si no sirves para servir, no sirves para vivir».